Reto: relato con foto

Un día caluroso de verano,  nos propusimos mi amiga Carmen Murguia y yo un reto, y es que en el verano creo que salen las ideas más disparatadas. Este consistía en escribir un relato basado en la misma imagen , y como no lo aceptamos. Tras varios días sin poder subir el reto, por fin os lo podemos mostrar. 
¿Cómo será su relato?  
Venga atreveos a leer los dos.
El suyo es el El puente de las Gárgolas. este es el enlace:El puente de las Gárgolas, reto

Aquí va el mío que se titula:
 La reina del amor


La música entra por mis oídos y aunque me relaja, no dejo de pensar que hago yo ahora mismo conduciendo a la tres de la tarde, bajo un sol abrasador, por esta sinuosa y estrecha carretera; es tan angosta que tan solo puede pasar un coche. Gracias a Dios, no me encuentro con ningún otro vehículo. No obstante, si miro a mi derecha e imagino la caída que tiene este barranco, tiemblo y rezo para no despeñarme, y ya no parece tan bien estar sola. Estoy segura que si por un casual me precipitara por este despeñadero me encontrarían esparcida por el río, si no es que antes se me han comido las alimañas. 

Dejo de pensar en el precipicio y comienzo a enfadarme conmigo misma. Yo, que soy todo lo contrario a lo que estoy haciendo, y que mi apellido no es aventurera, ignoro como he acabado en esta ruta y como he dejado llevar por ese absurdo arrebato.

¿Abuela, por qué tuviste que morir sin contarme tus secretos? Me pregunto una y otra vez enfadada con ella y sobre todo conmigo misma. ¿Qué tiene que ver ese cuadro contigo, abuela? ¿Por qué lo escondiste en el desván? Mi lógica me dice que las personas que guardan cualquier objeto, es porque detrás hay una historia que no quieren contar. ¿No era mejor haberlo tirado? 

Debo dejarme llevar por la música y relajarme, total ya metida en este asunto, tengo que intentar mantener la calma. No puedo culpar a nadie más de estar donde estoy, bueno si… culpo a mi curiosidad. Si no hubiera subido al desván a fisgonear, ahora mismo no estaría perdida en este valle. Bueno, más bien es lo que estaré si no aparece el desvío que está marcado en el mapa.

Cuando vi el plano, al principio, pensé que no era real, que sería algún juego o una broma de mi querida abuela Paula, pero me equivoqué. San Google me corroboró la existencia del lugar que había anotado mi abuela con su pulcra letra. Para mi asombro estaba a tan solo dos horas en coche de mi casa.

Dichosa curiosidad. ¡Maldita sea!

Lo malo es que no sé porque decidí verlo en persona. Más de una vez, mi parte racional me aseguraba que el castillo que había pintado en el cuadro no estaría en pie, y que desde luego no tendría ese misterio que irradia. No me iba a encontrar, ni las mariposas azules, ni la niebla en pleno mes de agosto, sin embargo la curiosidad venció a mi razón.

¡Despierta Clara! Me digo a mí misma, desde que la abuela estuvo allí, si es que realmente estuvo, han pasado nada menos que ochenta años, es posible que ahora solo te encuentres unas cochambrosas ruinas. Pero esa imagen me atraía, no sabía si era el misterio, las mariposas, el castillo o la muchacha, no podía quitármela de la cabeza desde que la vi. Al final tendrán razón mis amigas que la imaginación se me acrecienta de tanto leer y veo cosas donde no las hay.

¿Y si llegó allí y hay alguien? ¿Y si está habitado? Con esa parte no había contado antes de emprender semejante aventura ¿Qué le voy a decir?

Hola pasaba por aquí. ¡Qué bonito castillo! O mi abuela tiene un cuadro en el que sale este castillo− me regañé− Clara está loca. Déjate de tonterías.

Mi parte racional me asegura que allí no hay nadie, que es imposible. Aunque si eso es cierto, creo que me voy a llevar una gran desilusión. Una fuerte voz en mi cabeza me grita:

− ¿Qué esperas? ¿Qué quieres?

Creo que no sé porque he lanzado esas breves preguntas, aunque una débil voz me susurra que soy una mentirosa y sí lo sé.

 Resoplo.

Solo quiero ver el castillo y el lugar con mis propios ojos, me intento convencer a mí misma y lo repito como si fuera un mantra, aunque siento que mi corazón palpita por vivir una historia de amor como las de las novelas.

A pesar de que la imagen del cuadro se colaba en mis sueños cada noche y la muchacha me invitaba con la mano a que la siguiera, me costó mucho tomar la decisión. Aquellas noches era un sinvivir: no dormía bien y apenas podía descansar. Así que harta de ello, decidí, a pesar de todos los inconvenientes que veía, seguir a aquella joven que se parecía tanto a mi abuela Paula. Cada mañana me preguntaba siempre lo mismo, ¿por qué quería que fuera?

Una vez tomada la decisión, lo difícil fue mentir a mi familia. Sí, les oculté que me iba detrás de un cuadro que la abuela tenía en el desván, porque realmente me parecía una locura, además de ser un acto impropio de mí, de las responsable hija mayor, trabajadora y tranquila. Lo que más me costó fue dejar a mi hermano pequeño, bajo la supervisión de mi padre, en la librería; no estaba dispuesta a cerrarla.

Respiro con profundidad un par de veces antes de meterme por el puente. Reduzco una marcha, lo veo de frente y creo que no voy a poder pasar. Me gustaría cerrar los ojos, pero soy consciente de que si lo hago acabaré estrellada en el lecho del rio. Contengo la respiración y avanzo despacio mirando siempre al frente. Al final, a mi derecha, veo un pequeño cartel de madera con la imagen de un castillo grabado en él. Sin poder evitarlo, me detengo a la entrada insegura de lo que estoy haciendo y sorprendida de haber encontrado el cruce, porque eso significa que existe.

Ya está Clara, ya puedes darte la vuelta y volver a casa, ya sabes que existe, me insiste mi cordura pero por una extraña razón que desconozco no le hago ni caso y continúo el trayecto por la cuidada calzada que tengo ante mí y que se adentra en el bosque. Avanzo lentamente. Una extraña sensación se apodera de mí. Me siento nerviosa, una excitación por llegar me nubla la razón y solo deseo llegar al castillo. Noto como mi corazón late cada vez más fuerte y más rápido. Me obligo a hacer varias respiraciones profundas para calmarme un poco.

La carretera va ascendiendo poco a poco, a cada recodo rezo para encontrarme una explanada con lo que ansío. Decepcionada continúo con el corazón encogido pero con una extraña sensación, una mezcla de miedo, alegría y nerviosismo. El cielo cada vez se ve mejor y mi trayecto parece que llega a su fin. Me invade la decepción porque siento que esto se acaba y no he encontrado lo que buscaba. Detengo el coche en una gran explanada. Todo ha terminado. Una lágrima desciende por mi mejilla, el castillo no existe. Todo ha sido un juego. Maldigo a mi abuela. Sentada en el coche cierro los ojos y la imagen del cuadro aparece frente a mí, cuando los abro todo sigue igual. Bajo del coche para estirar las piernas. Todo ha sido un maldito error, lloro de frustración por haberme dejado engañar. Con la rabia en el cuerpo, camino sin rumbo fijo, enfrascada en mis pensamientos y en mi estupidez. Sin saber por qué me detengo al lado de una arboleda, mis pies se niegan a moverse. Intento enfocar pero las lágrimas que anegan mis ojos me lo impiden. Mi corazón se vuelve loco y palpita con una rapidez sorprendente. Vislumbro algo. Instintivamente paso el dorso de la mano por los ojos y poco a poco voy recuperando la nitidez. No puedo creer lo que veo. Parpadeo un par veces, creo que todo es un simple espejismo producto de mi loca obsesión. Avanzo despacio. Las palabras me han abandonado y noto que se me ha abierto la boca exageradamente. Me paro delante del puente, unas preciosas mariposas azules revolotean a mí alrededor, me da la sensación de que me dan la bienvenida. La niebla envuelve el lugar, lejos de parecer un sitio tétrico y frío, es uno que me abre el corazón y siento como si estuviera en casa.

Observo las viejas maderas ¿Aguantaran todavía el peso de una persona? Pongo un pie en tablón y me quedo quieta. No se oye ningún crujido. Respiro aliviada. Dudo si continuar o no, el aspecto no es tan malo y mientras lo pienso mi cuerpo ha tomado su propia decisión y cuando me quiero dar cuenta estoy en la mitad del puente. Contengo la respiración y continúo avanzando. Cuando piso tierra firme respiro aliviada. 

La emoción que embarga al ver el castillo en pie y aparentemente sin un solo daño es enorme. 

¡Existes! ¡Existes! ¡Eres real! 

Sin darme cuenta me noto saltando como una niña pequeña que ha descubierto un gran tesoro. Abochornada por mi actitud infantil miro hacía todos los lados buscando alguna mirada indiscreta. 
Cálmate eres una adulta. Ahora ya lo has visto, ya puedes irte, me insiste la voz de mi razón pero mi corazón está desbocado. Siento una felicidad inmensa.

Con los sentimientos entremezclados me acercó hasta la pared, ardo en deseos de tocar su piedra, de sentir su alma eterna. Su frío me hace estremecer y una corriente eléctrica recorre mi brazo. Todo gira a mí alrededor y la oscuridad lo invade todo.

Abro los ojos y frente a mi tengo una mirada curiosa, transparente y… ¿quién es el dueño de esos preciosos ojos verdes? Sin duda es un hombre, su rostro anguloso, sus facciones y su grave voz me lo confirman.

−No, no sé si estoy… ¿dónde estoy? –preguntó intentando levantarme de la mullida cama en la que me hallo.

−Todo a su tiempo− responde seco− Lo importante es que estás bien y que por fin has llegado, el cuadro ha hecho su trabajo− sonríe triunfante.

− ¿Me esperabas?  ¿A mí? ¿El cuadro?− le pregunto incrédula−Seguro que estas esperando a otra… yo he venido…− en verdad me daba vergüenza reconocer el motivo.

−Sí, sé porque has venido− su voz suena seria pero sus ojos dicen otras cosas− Como te he dicho antes, te estaba esperando y, antes de que me cortes, sí, lo sé todo de ti. Solo te pido que descanses− fue casi como una orden y tendiéndome una copa me pidió que bebiera.

No sé porque le hago caso, tal vez es porque su mirada me tiene hipnotizada tanto como su voz. Este hombre ejerce un efecto sobre mí increíble, solo de pensarlo tiemblo. Estoy segura de que será una mala, pero que muy mala influencia para mí.

De nuevo la oscuridad me envolvió.

− ¿Has despertado ya princesa?

Esas son las primeras palabras que oigo y las que me hacen tomar conciencia de donde estoy.

− ¿Princesa?− acierto a preguntar desconcertada y medio dormida.
−¿Así que tu abuela no te ha contado nada, eh?

Su rostro es todo un poema, no sé cómo interpretarlo. Se acerca más a mí, se sienta en el borde de la cama, me coge la mano y suspirando se presenta:

−Yo soy Michel vuestro…por decirlo de alguna manera, soy tu servidor y vos sois la princesa de esta dimensión. Si tu abuela, no te ha contado tengo más trabajo del que pensaba.

Resopla.

Me incorporó de la cama, me siento y sin entender bien lo que oigo le vuelvo a preguntar:

− ¿Qué tiene que ver mi abuela en todo esto? ¿Y el cuadro? Porque yo, he venido por él… ¿Cómo es posible que estemos en otra dimensión? 

Tengo tantas preguntas bullendo en mi cabeza que creo que me a estallar.

− ¿Cómo voy a explicarte lo que llevamos siglos haciendo para mantener un equilibrio en la dimensión de los humanos? –se pasa las manos por el rostro− Esta dimensión se llama Akamor y es la que se encarga, como te he dicho antes de mantener un equilibrio, el del amor, en vuestro mundo. Hay otras pero eso ya te lo ensañaré más adelante. En unos días serás coronada reina como lo fue tu abuela.

Nada de esto me parece real, es como si me hubiera adentrado en uno de los muchos libros de fantasía que suelo leer. Al final mis amigas van a tener razón, tendré que leer otros libros o acabaré loca. Tengo muchas, todavía muchas preguntas y, la verdad, no sé qué pinto como yo como reina… la palabra todavía me parece increíble y el cargo mucho más.

Ay abuela, ¿por qué no contaste nada?

Noto que él me mira, está esperando ver mi reacción o que le diga algo…

− ¿Y si yo no quiero? ¿Puedo renunciar?

−Por desgracia no, mi reina. Ahora que la reina ha muerto, tú eres su sucesora. Eres del linaje. Todas tus antepasadas han reinado porque así está escrito.

Resoplo. 

Siento que mi vida está cambiando y yo no puedo hacer nada. Un tremendo vértigo me invade por la responsabilidad que voy a tener; pero a pesar de eso, estoy tan bien que creo que esta es mi casa.

−Ahora debes volver a tu mundo, pero antes tengo que darte una cosa− de su bolsillo saca una pequeña bolsa de terciopelo−Debes de llevar este colgante que es el que te permitirá volver, aquí, a tu reino. Recuerda que solo puedes acceder desde el pequeño jardín que hay en la librería. Acaricia suavemente las alas de la mariposa azul y serás trasportada hasta ese lugar. Cuando te necesitemos la mariposa brillará, entonces tienes que venir. Una advertencia, no puedes decirle a nadie quien eres y que representa el colgante.

Me lleva los dedos hacia la mariposa y entre los dos las frotamos. Todo se vuelve oscuro y un huracán me envuelve. Cuando parece que todo está en calma abro los ojos y como había dicho Michel, me hallo en el jardín junto al centenario rosal. Lo miro asombrada, sus rosas vuelven a estar con vida y su aroma invade el pequeño espacio verde. Sonrió pensando en todas las pequeñas acciones que hacia mi abuela, ahora entiendo por qué. Un pensamiento fugaz toma fuerza en mi mente, uno que me hace sentir especial y única: ser la reina del amor. 







Comentarios

  1. Un relato sorprendente y lleno de magia y fantasía. Reconozco que me dejó embelesada, cosa que pocas veces me pasa. Espero que haya mas retos.Me pica el gusanillo y quiero más...

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    1. Me alegro que te haya gustado. Para mi ha sido un gran reto ya que la fantasía no es mi género habitual y porque he cambiado de registros.
      Pues al lío y por el siguiente.

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