Reto 3. Relato con imagen

De nuevo estamos aquí mi amiga Carmen Murguia y yo para ofrecernos nuestro ultimo reto de la temporada. Esto no significa que dejemos de escribir, ni muchos menos, simplemente vamos a canalizar el poco tiempo del que disponemos para centrarnos en nuestras novelas. Ya no es entretengo más, sin otro preámbulo os presentó mi relato-reto con imagen, cuyo título es: El juego.

Como siempre os voy a dejar el enlace del relato de Carmen para que disfrutéis de nuestro reto. Su relato se títula: Corazón.
Corazón, pincha aquí.

Sentaos cómodos y a leed.


El Juego



Sus ojos se dirigieron al salpicadero del coche, un impulso le llevó a mirar la hora: las seis en punto, ni un minuto más, ni uno menos. Una extraña sensación recorrió su cuerpo cansado. Un instinto le hizo fijarse de nuevo en el reloj. Sintió un escalofrío. Achacó al tiempo, al trabajo y a otras muchas cosas su malestar y esa momentánea obsesión por la hora. 

Notaba la cabeza pesada, los ojos le picaban y se sentía agotada, casi extenuada. Aminoró la marcha porque le costaba hasta conducir y prestar atención a la carretera, por su suerte en esos momentos no estaba muy concurrida. 
Respiró aliviada. Faltaban pocos kilómetros para llegar a su casa, tan solo un par de curvas, las más indeseables del trayecto y por fin podría descansar. Tomó la primera curva con precaución, aunque hacía ese trayecto dos veces todos los días, sabía lo engañosas que podían llegar a ser. 

Frenó en seco. El corazón le latía desbocado. Sus manos rígidas agarraban el volante con fuerza. Estaba paralizada, no podía reaccionar. Tan solo tres palabras pululaban por su mente: “lo he matado”
A dos metros del coche de Julia, tirado en la carretera había un joven inerte. Con lágrimas en los ojos y con los latidos martilleando su garganta se quitó el cinturón. Intentaba controlar la histeria que la dominaba y que no la dejaba pensar con claridad. Cerró los ojos un instante rezando para que todo hubiese sido una broma o un producto de su loca imaginación. Cuando los volvió a abrir el cuerpo del chico seguía en su sitio. Se armó de valor y salió del coche mientras no dejaba de murmurar:

« ¿Por qué? 
No sé de dónde ha salido…»

Con los ojos anegados en lágrimas se acercó poco a poco al joven que todavía yacía inmóvil en el asfalto entre los múltiples charcos que la lluvia había dejado ese día. Su cuerpo temblaba y dudando mucho se agachó para comprobar si realmente estaba muerto. Levantó la mano. No podía, no tenía fuerzas para hacer eso. Cerró los ojos un segundo y respiró profundamente. Las lágrimas comenzaron a bañar sus pálidas mejillas. Cuando sintió que estaba preparada para tocarlo, para poner sus dedos en el cuello y ver si todavía había pulso en ese cuerpo, abrió los ojos. Incrédula ante lo que veía los volvió a cerrar y al abrirlos, el asfalto, allí donde ella creía que estaba el cuerpo del joven que había atropellado estaba vacío. No había nada. Puso la mano en el charco y la pasó por el firme de la carretera, nada. Allí no había estado nadie. Estaba frío y mojado, ni rastros de sangre, ni de nada que hiciera sospechar que se había atropellado a alguien.

− ¿Esta bien señorita?

La voz la sobresaltó y gritó. Como un resorte se levantó asustada y se giró en dirección hacia la voz.

−Lo siento, me ha asustado−consiguió articular esas palabras mientras intentaba serenarse.−Sí, estoy bien señor agente.

− ¿De verdad está bien?−insistió el Guardia Civil−está usted un poco pálida. Y por favor la próxima vez no deje el coche en medio de la carretera, podría haber provocado un accidente. Sea consciente de ello. Si hubiera sido otro coche, ahora mismo usted podría estar muerta.−le reprochó.

Aquellas palabras le pusieron los pelos de punta, un escalofrío recorrió su cuerpo. Julia azorada por la situación se disculpó atropelladamente y se subió a su coche. Condujo como una autómata hasta su casa no dejando de pensar en lo que le había sucedido. Estaba tan conmocionada que en cuanto puso los pies en el salón se dejó caer aturdida en el sofá. Intentaba encontrar una explicación a lo sucedido pero nada de lo que pasaba por su cabeza se acercaba a la verdad.

Al despertarse, a la mañana siguiente, no recordaba cómo había llegado a la cama. Lo que si tenía fresco como si acabara de vivirlo eran las imágenes del chico en la carretera y el tormentoso sueño que no la había dejado descansar. Cansada y sin ánimos se arregló para ir de nuevo a trabajar, suspiró aliviada al recordar que ya era jueves. Ese fin de semana iba a casa de sus padres, celebraban el cumpleaños de su hermana la pequeña, estaba segura que con la familia podría olvidar esos recuerdos que no la dejaban en paz.

El día en la oficina fue algo caótico, cada suceso ponía a prueba los nervios y la templanza de Julia. Su cabeza solo estaba en lo sucedido la tarde anterior, por más que intentase centrarse en lo que tenía que hacer, no podía. Su mente había dado prioridad al muchacho de la carretera. Su cabezonería se empeñaba en argumentar que había alguien por aquel lugar  al que le había sucedido algo. La opresión en el pecho que sentía aumentaba sus remordimientos.

« ¿Por qué no le había dicho nada al Guardia Civil? 
Seguramente haya un chico herido por esos campos. Podría haber vuelto y buscarlo. Lo habré asustado o tal vez esté enfermo…»

Su mente no dejaba de torturar al lado humanitario de Julia.

La indecisión de que hacer esa tarde después de terminar su jornada laboral le irritó el carácter mostrando un humor poco habitual en ella. Se debatía entre ir a casa o quedarse en la ciudad. El malestar y una poderosa fuerza la impulsaron a tomar el desvío que la llevaría a su hogar.

La lluvia había vuelto hacer acto de presencia. Fina, como delicados hilos plateados, envolvía el ambiente. El trayecto estaba transcurriendo sin sobre saltos, pero Julia volvía a sentirse inquieta. Sus ojos se posaron en el reloj: las seis.  La ansiedad se apoderó de ella y le impedía respirar con regularidad, el nudo que notaba en la garganta no ayudaba a esa necesidad vital. Aferrada con fuerza al volante notó como su cuerpo se quedaba rígido. Asustada y nerviosa por todo lo que sentía aminoró la marcha. De buena gana hubiera cerrado los ojos para relajarse, pero si lo hacía el desenlace hubiese sido fatal. Atenta a la carretera, buscaba un lugar donde parar, tenía que calmarse y sacarse todas esas sensaciones de su cuerpo. 
La señal que advertía el peligro de la curva le hizo recordar el suceso de la tarde anterior. Aunque no era religiosa, en esos momentos la palabra Dios acudió a su mente para pedirle que no le sucediese lo mismo que ayer. Justo en ese momento, a escasos metros del coche, yacía, de nuevo, un joven en el asfalto. El grito de Julia inundó todo el habitáculo. Frenó bruscamente y la bolsa del airbag le dio en la cara. Con los nervios a flor de piel comenzó a sollozar sin apartar la cara de la bolsa. Sus lágrimas eran de desesperación y una pregunta bullía en su mente:

« ¿Por qué a mí?»

A partir de ese momento todo sucedió a cámara rápida, como si hubiesen accionado el botón de revolucionar una reproducción. Una voz que no era la suya la llamaba por su nombre, nunca había sido miedosa pero aquello que la dominaba se debía parecer mucho a esa sensación. No quería levantar la cabeza, no deseaba mirar; estaba aterrada. 

« ¿Quién me llama?  ¿Cómo sabes mi nombre?»

La insistente voz no dejaba de llamarla. Silencio. La voz masculina volvió a hablar, esta vez el nombre que oyó no era el suyo. Aterrada continuó con la cara pegada al airbag.

−Jaime… Jaime…. −le susurraba constantemente la voz.

Aquel nombre fue un resorte para ella. Levantó la cabeza, el miedo se había esfumado dando paso al estupor; estaba paralizada. Detrás del cristal de la ventanilla de su coche, estaba él con un aspecto bastante real, muy parecido al que ella recordaba. 
Parpadeó varias veces. Julia estaba segura que era él. Pero, ¿por qué la torturaba ahora? se preguntaba una y otra vez. Las imágenes del pasado recobraron vida en su mente. Agotada, nerviosa y con el miedo en el cuerpo comenzó a llorar con desesperación. Él se esfumó. Ella temblando se marchó de allí. Aturdida aparcó el coche en la primera salida. No podía conducir en ese estado. Después de varias respiraciones profundas consiguió serenarse lo suficiente para llegar a su casa.

El día siguiente no fue mejor que el anterior. Su nerviosismo y ansiedad crecieron a pasos agigantados alterando su fuerza y convirtiendo su fortaleza en miedo. Se giraba bruscamente con cada ruido que oía y con cada persona que se le acercaba. Agotada y frustrada por no conseguir combatir ese estado de locura emprendió la vuelta a casa después de una intensa jornada laboral.

Conducía más alterada de lo habitual, su corazón latía desbocado como un caballo. Intentando controlar ese estado poco habitual en ella, se dio cuenta de que su cuerpo se había tensado. Se fijó, con temor, en el reloj: las seis. Las lágrimas comenzaron a brotar e intentó centrar su atención en la carretera. A pocos metros podía vislumbrar la curva en la que los días anteriores había vuelto su pesadilla. Instintivamente pidió a Dios que la liberara de ese eterno sufrimiento.
Una sonora carcajada retumbo en el coche. Una poderosa y metálica voz sonó en el interior:

−Ilusa….−se carcajeó de nuevo. − ¿Dónde estaba tu Dios cuando aquel joven te violó?

− ¿Quién eres?− preguntó asustada aferrándose con fuerza al volante.

A Julia le hubiera gustado detener el coche en ese mismo lugar, pero sabía que era una temeridad. La angustia le oprimía con fuerza la garganta, le costaba respirar y tragar con normalidad. Notó la boca seca. Deseaba encontrar ese desvío, sin embargo, en aquellos instantes, se le antojó muy lejano. Los segundos le parecían eternos.

Conduce con cuidado− le exigió la voz−No quiero que te mates… no me quites la diversión tan pronto. Su carcajada volvió a inundar el vehículo.

¿Quién eres?− volvió a preguntar histérica.

Julia cálmate querida, no hagas un drama− contestó hastiada la voz. Está bien−resopló resignada, te diré quién soy, aunque tal vez la respuesta no te guste.

Soy el que puede acabar con tu sufrimiento, el que te puede ayudar a hacer justicia de verdad.

Julia consiguió con esfuerzo salir de la carretera y detener el coche en un pequeño descampado.

−Esto no puede ser real−susurró Julia observando cada rincón interior de su coche.

−Soy tan real como ese Dios tuyo que no te hace ni caso. ¿Quieres realmente justicia? ¿Quieres que él sufra en carnes lo que sufriste tú? Estoy seguro que también deseas su muerte. Solo te pido una cosa a cambio… es muy sencillo…

Julia se negaba a creer que eso fuera normal, se preguntó en qué momento se había vuelto loca, porque había que estarlo para creer estar hablando con quien creía que estaba haciéndolo.

−Chica lista…−chasqueó la lengua.− No dudé ni un segundo de que pronto sabrías quien soy. Y veo que mi propuesta te seduce…

−¿Qué quieres a cambio?− preguntó confusa sintiendo que todo eso era una locura, sin embargo, lo único que quería era que se fuera.

−No gastes energía inútilmente…−le sugirió la voz−Locura… es todo y nada.

Julia asombrada porque el extraño le leía la mente, intentó dejarla en blanco.

−No te esfuerces querida… los humanos sois muy predecibles−bufó la voz harta de tanta palabrería para demostrar que realmente era superior a ellos.

−¿Qué quieres de mí?−gritó Julia.

−Tu alma…

−¿Mi alma?… pero ¿por qué yo?

−Un nuevo juego−contestó sarcástico. –Me aburro...

−Nunca−vociferó− Me oyes… nunca tendrás mi alma.
 Déjame en paz y ves a embaucar a otro. Jaime está en la cárcel y está pagando por ello.

Julia puso el coche en marcha intentando no escuchar la voz que le taladraba la mente.

−Nunca−exclamó divertido él−No voy a parar hasta que cedas y me des tu alma. Soy muy insistente cuando quiero.

Las palabras que Jaime susurró a Julia el día que violó sonaron en su mente como un disco rayado.

−Antes prefiero morir, ¿me oyes?−gritó desesperada la joven.

Enloquecida y sin pensarlo dos veces pisó el acelerador y chocó frontalmente contra el camión que venía en sentido contrario.

−¡Qué asco! ¡Qué débiles son estos mortales!−susurró decepcionado Satanás. –Tendré que idear otro juego…










Comentarios

  1. Me has dejado sin palabras.Oh my good! que bueno. ME GUSTA MUCHO. Es un relato bien escrito, con gancho, mucha acción y un final como a mi me gusta. espero compañera que en un futuro no muy lejano podamos continuar nuestros retos, pues veo que el nivel va subiendo.

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    1. Muchas gracias por tus palabras.
      Espero que en un futuro podamos retomar esta afición nuestra de los retos.
      Besos

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  2. Buen relato Luisa, y es que jugar con Satanás se las trae.
    Un besito.

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    1. Gracias guapa por leerme y por tu comentario.
      Besos y abrazos

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